A modo de epílogo, una reseña del último libro de Antonio Gamoneda que hice para la revista literaturas.com
Me gustaría dar las gracias a los que han seguido el blog durante el tiempo que ha durado. Gracias también a los que lo han enriquecido con sus comentarios o simplemente con su lectura, y por supuesto gracias también a ti, que lees esto ahora.
Bien, aquí queda este blog amigos. Empieza otra etapa, otra época y nos encontraremos en el siguiente blog-libro-proyecto ya en marcha Los pájaros pican, en las inevitables redes sociales o en el camino nada fácil que nos espera a la vuelta de la esquina.
Hasta la vista
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Hasta la vista
CANCIÓN ERRÓNEA
Antonio Gamoneda
Ed. Tusquets
Con la poesía de Antonio
Gamoneda, tengo siempre la sensación de enfrentarme con una obra que tiene mucho que ver con la máxima estoica
tan estimada por Montaigne de “Aprender a morir”
Gamoneda ha sugerido en varias
ocasiones que su pesimismo existencial tiene un correlato en la paradoja de la
“salvación por el poema/obra de arte” entendida como posibilidad de respuesta (o
más bien de liberación momentánea) de que dispone el poeta/artista, sobre las
dos preguntas esenciales de la conciencia humana “¿Qué soy? y ¿Para qué soy?”
Dicho esto y asumiendo que “Canción
Errónea” es prácticamente una continuación sin demasiadas novedades de sus dos anteriores
poemarios: “Libro del frío” y “Arden las pérdidas”, cabe preguntarse por qué a
estas alturas de su vida, el poeta leonés continúa en esa porfiada mirada a lo “inevitable”, esa
necesidad suavemente atroz de volver a hacerse las preguntas esenciales, es
decir, las que no tienen respuesta sino ante la muerte, para, por lo que se ve,
toparse una y otra vez con el muro del desconcierto (dice ”No lo entiendo”) o
casi del nihilismo (“Creo en la desaparición”) como un extraviado que tratara
de escapar de un laberinto adentrándose cada vez más en sus profundidades.
Si asumimos, como también ha
declarado varias veces, que ha sido su escritura la que le ha servido para
definir su pensamiento y no al revés ¿Cuál es entonces su sentido, su motor? ¿cuál es la
“causa” de una poesía que mira de frente, álgida como “las vértebras de las
madres”?
En “Descripción de la mentira”,
el largo poema que prefigura estos siguientes libros, el poeta intuye que sólo
en la contradicción, en el oxímoron de la nieve cálida o de la pérdida ardiente,
habita la verdad, tal vez por la sencilla razón de que, como sostiene la tradición
oriental o nuestros místicos, lo que resulta demasiado evidente no es más que
la mentira, de ahí a conceder a lo Sagrado el privilegio del misterio supremo.
Decía Krisnamurti
que la Verdad sólo
existe de instante en instante, nunca repetible y únicamente observable si se
es capaz de contemplar los fenómenos con la atención y la intensidad adecuadas,
de mantener un estado de alerta que, según el sabio indio, únicamente se logra mediante el amor
a todo lo que es percibido.
Y digo esto porque, en mi opinión,
lo que late oscuro y claro al mismo tiempo en cualquiera de los versos de Gamoneda (es decir, la
“causa” de su poesía) es el amor. Amor a su padre muerto y a su ausencia reencontrada
en la literatura de su único libro, amor a su nieta Cecilia (protagonista, por
cierto, de al menos un poema de “Canción errónea”), amor extraviado, pero
presente, en la evocación a la pasión sexual con su mujer, amor, sangrante en el
recuerdo, a compañeros que cayeron congelados o muertos en la clandestinidad o
en el ejercicio de sus libertades políticas y artísticas, amor como principio y
sentido último de una escritura que ha servido de bálsamo, amor al fin y al
cabo a una vida que él parece creer incomprensible, y de cuya explicación (cuya
verdad) que tal vez alcance a ver, o no, en el instante previo al final,
no podrá nunca hacernos partícipes con su gran don.
Aunque tal vez ya lo haya hecho.
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