martes, 28 de marzo de 2006

El canto y la ceniza

El canto y la ceniza
Antología
Marina Tsvetáieva y Ana Ajmatova
Ed. Galaxia Gutemberg




En la película Doctor Zhivago, Boris Pasternak afirma con la voz de Alec Guinnes que nadie ama más la poesía que un ruso. Y se cuenta que Rusia es de los pocos países donde los poetas llenan estadios, lo que indica la pasión (o la deportividad) con que los habitantes del inabarcable país euroasiático se toman la poesía.
Seguramente, Marina Tsvetáieva y Ana Ajmatova son (junto a Ossip Mandelstamm y el citado Pasternak) las dos poetas rusas de cabecera en el siglo XX. “El canto y la ceniza”, es el título de esta antología al alimón traducida para Galaxia Gutemberg por Olvido García Valdés y Monika Zgustova, autoras también, respectivamente, del prólogo y el epílogo.
En las yuxtapuestas obras de las dos escritoras, tan similares en apariencia y tan conjuradas ambas por el amor a la poesía y por el amor al amor de maridos y amantes, rendido y brindado, se contempla el devenir de una intensa vida (acaso un poco más mundana en Marina Tsvetáieva) en el tiempo en que sangraban-coagulaban los crímenes e injusticias del sistema soviético. Tanto una como otra poseen en su repertorio un poema capital, o más representativo, si se quiere: “Réquiem” y “Poema sin héroe”, en el caso de Ana Ajmatova, “Poema del fin” en el de Tsvetáieva. Poesía la de ambas, de ancho hálito, traspasada por el dolor, encurtida de pérdidas, pero también deudora de un estremecimiento lúdico, sanguíneo y amplio, puede que característico del alma rusa.
Salvando las diferencias ostensibles entre una y otra, a estas dos mujeres se le debe una visión (otra visión) romántica del dolor como pérdida pero también como suerte de misticismo amoroso; ascesis del entusiasmo, nimbo de un sufrimiento expresado en los límites “Todo lo que veo, me sobrevivirá”, Ajmatova. “Y porque con tu llaga, me haces don de tu palma”, Tsvetáieva.
Ambas, poetas esenciales, como gritos de tiempo, de su tiempo pero también del nuestro, en virtud de una pasión que ondula, como toda poesía, entre la celebración y la pérdida, entre el canto y la ceniza. Antología ésta, pues, de la literatura que deja huella.

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