sábado, 17 de enero de 2009

La travesía del hombre Paco

Ayer fue la presentación del último libro del poeta Francisco José Sevilla, 120 páginas sin lluvia, en el Ateneo de Madrid, bajo el auspicio de Los viernes de la cacharrería, los recitales poéticos que conduce Miguel Losada. El libro fue merecedor recientemente del premio Ojo Crítico de RNE junto a Reses de Esther Ramón, circunstancia que ha provocado no pocas amarilleces entre los que siempre han visto a Paco como un fenómeno de circo.


Amen de una escritura proteica, poderosa, cuestionada a estas alturas (entre los que la han leído de verdad) sólo por los tuertos y los calumniadores, Paco Sevilla tiene una cualidad muy especial y muy escasa entre tanto perogrullo, y es la de vivir la poesía en carne propia. No vamos a afirmar aquí que el señor Sevilla sea una especie de encarnación eucarística del hecho poético, antes bien Paco mantiene una distancia mínima, a flor de piel con lo que vive, con lo que cree y aún con lo que ama. Sepultados como estamos en la tiranía de cretinos (cuya franquicia posee el interminable Bush) que sólo dejan de creer en lo que tocan para pasar a creer en lo que les puede dar beneficios, es un auténtico lujo que aún sobrevivan o surjan (o permanezcan) escritores que se la juegan sospechando que el mundo es aún más hermoso y más terrible que aquello que se evidencia delante de las pestañas cuando apagamos la pantalla de televisión. Que además de ver, poseer o disparar a las cosas, también podemos cantarlas y celebrarlas. En definitiva, que mantienen el fuego, como diría William Golding. Y Paco experimenta ese fuego con la naturalidad con que el resto de la humanidad transcurrimos por los trabajos y los días. La cruz de todo esto es que esa intensidad no deja muchos testigos. Personalmente más de una vez en compañía de Paco he tenido que salir corriendo a las 2 o 3 horas so riesgo de que mi cabeza estallara por las costuras. Y no precisamente por su falta de piedad ni de humanidad sino por todo lo contrario, nada divino ni humano le es ajeno, pero absolutamente nada es como decir absolutamente todo y todo es demasiado para cualquiera. Esta suerte de Panero fúlgido, de Albert Pla munificiente, de Buster Keaton a 1000 fotogramas por segundo que es Paco, acogota la realidad y la vence, pero también vence a menudo la paciencia de sus ocasionales compañeros de viaje.


Esto no quita que Francisco José Sevilla sea un poeta. Un verdadero poeta, si es que alguien recuerda lo que significa esa palabra realmente. Aún no sabemos, eso sí, si se trata de un poeta mayor o no, pero ya estamos seguros que es el dueño de una dignidad olvidada, de otra época, que tiene mucho que ver con la grandeza. El espantapajaros (como le gusta llamarse a sí mismo) que observa el mundo, que lo comprende (que te comprende a ti) y lo abraza con alas invisibles.


En fin, la presentación estuvo, creo, estupenda, con la cantante Silvina y otros amigos de Paco, músicos de Lavapies, arrimando el hombro y la presencia entre el público de algunos maestros y compañeros capitaneados por nuestro Baudelaire patrio Juan Carlos Mestre, Luis Luna, Cenamor, Urceloy, Leo Zelada, Miguel Losada y otros con quienes acabamos, como no podía ser de otra manera, en el bar de la esquina. Un servidor se retiró pronto porque cada vez tiene uno menos cuerpo para aguantar los síndromes de abstinencia.


A falta de hacer todavía un comentario de 12o páginas sin lluvia un libro absolutamente diferente, dejo aquí por si alguien le interesa el enlace a una reseña de hace 4 años de su primer poemario La travesía del hombre barco

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