Creo que me gusta el fútbol por lo menos desde que de críos jugábamos al gol regañao frente a la fábrica de la trasera de mi calle en San Blas. Claro está, he tenido épocas de mayor y menor desencanto con el asunto tan pocas veces glorioso y tantas grimoso, de la pelotita. Recuerdo un puñado de instantes ardiendo frente a la pantalla, cuando parece que 22 tipos sudando resumen la vida entre la miseria y la maravilla. Pero si me tengo que quedar con uno de esos momentos, al menos como espectador y en lo que tuvo de descarga de emoción en bruto y de cubo de alivio y de oscura felicidad y de sorpresa cuasisexual y de sintonía entre las ambiciones y el mundo, creo que sería el gol de Puyol a Alemania. Tuve la suerte de ver el partido en un bar, mezclado entre un gozoso grupo y junto a uno de mis amigos queridos con los que compartí la niñez, regates y paradas contra las paredes de aquellas tardes de oro. Mis respetos al noble rival que nos permitió a su pesar alcanzar esa clase de instante -ni mucho menos exclusivo del fútbol- extraño y pleno, aquel en el que se llega a la auténtica alegría (la que es inasequible a las palabras como decía otro gran alemán), tan ansiado y tan libre, que se busca y no se encuentra, aunque a veces, y sólo a veces, se deje ver o escuchar en el lugar más inesperado.
4 comentarios:
Del 1-0 al O-1 hay una parada y un contra-ataque. Del fracaso al éxito en un rechace afortunado. Las victorias de la selección española han sido el fruto de unos días afortunados, en definitiva. La vida es así. Se gana por afrontar los golpes y después por la recompensa de la venganza del miedo. El portero fue el protagonista del O. La condición infalible para la victoria.
Es cierto Ramón, de la miseria al éxtasis hay la distancia del filo de un cuchillo. La selección española (y en general lo español, quizás) es un ejemplo perfecto. Es por eso tal vez por lo que ciertos momentos se viven como un milagro.
Un abrazo.
Una vez eliminada la Argentina, disfruté con el éxito español y brindé por mis amigos.
Un abrazo.
Un abrazo también para ti Eduardo. La próxima vez Argentina, sin Maradona (ojalá)
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