El imperio perdido.
Y entonces el Imperio de pronto dejó de existir.
Aire fueron sus victorias y fango sus dominios:
Canadá, Egipto, África, India, Sudán, Birmania.
El mapa que empapó la camisa del escolar
como tinta roja en papel secante, guerras, cercos.
Dhows y pelucas, ciudades de montaña, avanzadas,
banderas que ondean al ocaso, su égida de oro
se extinguió con el sol, el último brillo en un risco,
con sijs con turbantes y ágatas, del rajá se agitan
los pendones al son de un triste clarín. Todo ocurre
de nuevo, el cortejo funeral con borlas y a caballo
que soltará las palomas, el grito del brigada,
el pasar de las botas, después las salvas; no hay tema
mejor que esta rendición del poder, honda cual sima,
los ojos y trajes albos de las hordas vecinas,
guerreras rojas, de Sind, de Turquestán, Kanpur los nombres,
derviches de polvo y luego el silencio saharaui.
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