lunes, 3 de agosto de 2009

Up

En los últimos tiempos he visto en el cine no pocas películas infantiles de la mano de mi hijo Bastian con la grata sorpresa de que en la mayoría de ellas me lo he pasado en grande e incluso me han convencido desde el punto de vista cinematográfico. Por eso y por la gran idea de la casa sostenida por globos, imaginaba que UP, el último invento de Pixar, no sería una excepción. Y lo cierto es que desde la primera secuencia uno advierte que no va a ver una simple película de animación sino algo mucho más ambicioso. La prodigiosa condensación narrativa de la breve primera parte donde literalmente asistimos al desarrollo de una vida entera, ya merece los 7 euros y medio que costaba la entrada (por no hablar del hilarante corto previo al largometraje), pero cuando empieza a desarrollarse la trama (de una sencillez apabullante, por otra parte) se da uno cuenta que estamos ante una película excepcional.
Y supongo que será porque no trata sólo de la fábula de un hombre que en el final de su vida parte en busca de sus sueños infantiles, ni de la elegante dignidad de otros tiempos que transmite esa especie de Spencer Tracy dibujado en líneas rectas, ni de las carcajadas que arrancan todos sus cándidos compañeros de viaje, ni de la crítica velada a estos tiempos de mercachifles descerebrados, ni siquiera del amor más allá de la muerte, sino de la constatación profunda de que es en la imaginación donde el hombre puede colmar (o al menos calmar) su anhelo de infinito.
A riesgo de arrimar el ascua a la sardina (o al revés) esta obra es, bajo mi punto de vista, profundamente poética, desde los dos aspectos de creación y evocación. No hay ni rastro de retórica aquí, salvo la imprescindible para hacer funcionar el argumento con las subidas y bajadas preceptivas de tensión dramática y el inevitable (pero ensombrecido, complejo) maniqueismo en todo largometraje de entretenimiento (no olvidemos que el público natural para este tipo de producciones son los niños). Pero hay algo más, el canto a la inocencia, incluso si se me permite la palabra, a la pureza, que late en la película, supone precisamente no tanto un posicionamiento ético, moralizante si se quiere, como una constatación de que ese es el único modo de supervivencia real en un mundo en el que los valores se degradan. ¿Ingenuidad? Todos nacemos ingenuos. UP tiene que ver con la integridad, la inocencia y la necesidad de renacer no tanto para volar como para vivir.

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