lunes, 21 de septiembre de 2009

Oświęcim

Tras pasar parte del verano en Stalingrado le queda a uno una imaginería de espacios destruídos, borrosos, líquidos en su configuración de imágenes lacrimosas y lacrimógenas. Obviamente me estoy refiriendo a un Stalingrado imaginario, mental, se entiende, por obra y gracia de la maravillosa novela de Vassili Grossman, Vida y destino. En cualquier caso hablo de determinados posos, de escenarios, tal vez muy personales, de algunas pesadillas de la razón mías (aunque tal vez compartidas), porque la novela de Grossman es un canto a la vida, a la dignidad y sobre todo a la libertad del ser humano. Al parecer este escritor fue el primero que escribió sobre el exterminio Nazi, al entrar junto a las primeras divisiones del Ejército Rojo en el campo de concentración de Treblinka. De hecho uno de sus artículos sobre este infierno se utilizó como prueba en los Juicios de Nuremberg. A pesar de todo esto (o precisamente por ello) es inaudito que Grossman se librara del Gulag, porque aún no estando tan loco de redactar la novela en vida de Stalin imagino que ya la andaría pergeñando. Es milagroso que no se lo quitaran de enmedio, aparte de por su carácter de tocapelotas para uno de los regímenes totalitarios más paranoicos que ha existido en la historia, por la profundidad y durabilidad de sus consideraciones sobre la desnaturalización que se extendió en su gran país como una plaga bíblica. Aunque de algún modo sí que le hicieron la vida imposible condenándolo a una suerte de ostracismo sumo, una "muerte administrativa" que si puede ser terrible para cualquiera, es tal vez una de las peores desgracias que puede sufrir un creador de su talla.
En fin, todo esto es efecto (o causa, según se vea) de la mirada a la serie de composiciones dedicada a Oświęcim (es decir Austwich) de Antoine D'Agata, fotógrafo más que interesante que me ha descubierto el poeta Rubén Martín
Hay en esas sombras huidizas, en los planos desenfocados, en los espacios diáfanos y al mismo tiempo mancillados, una búsqueda torturada, un pretérito perfecto disfrazado de indefinido, como si nos indujeran al recuerdo, pero al mismo tiempo sugirieran que nunca podremos recordar adecuadamente, como es debido, como merecen las víctimas y nuestra naturaleza de seres supuestamente racionales. Pero hay que intentarlo. A pesar de todo. Eso es lo que yo veo.

2 comentarios:

rubén m. dijo...

No sabía que Oswiecim era Auschwitz. Tanto las fotos desenfocadas de D´Agata como tu texto apuntan a esa imposibilidad del testimonio, como si del Holocausto sólo pudieramos obtener borrosas sombras. Esto también se aprecia en algunas secuencias de "Ararat" de Atom Egoyan, quizá la película más sincera y dolorosamente compleja que conozco sobre el tema del genocidio (en este caso el armenio), si no la conoces te la recomiendo vivamente.

un abrazo

Miguel Angel Gara dijo...

La conocía de oídas Ruben, aunque no la he visto. Aún. A ver si la mula se porta bien. Gracias por la recomendación y por tu entrada.
Un abrazo