Poema perteneciente a la antología del gran Ted Hughes El azor en el páramo. Bartleby ediciones. Selección y traducción de Xoán Abeleira
CUERVO SE POSA
Cuervo vio las montañas amajamadas, resollando al amanecer.
Y vio el mar.
De oscuro espinazo, apresando con sus anillos toda la tierra.
Vio los astros lejanos, humeando en lo oscuro,
setas del bosque, condensando sus esporas,
el virus de Dios.
Y el horror de la Creación lo estremeció.
Alucinando en su horror,
Cuervo vio ese zapato, sin suelas, empapado de lluvia,
Tirado en un páramo.
Y allí estaba este cubo de basura, oxidado y sin fondo,
Un lugar para que juegue el viento, en un yermo de charcos.
Allí estaba este abrigo, en el armario oscuro, en la habitación silenciosa,
en la casa silenciosa.
Allí estaba este rostro, fumando su cigarro entre la ventana sombría
y las ascuas del fuego.
Junto al rostro, esta mano, inmóvil.
Junto a la mano, esta taza.
Cuervo parpadeó. Parpadeó. Nada se desvaneció.
Cuervo escrutó lo evidente.
Nada se le escapaba. (Nada podía escapar.)
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