Comentario a este magnífico libro de Antonio Méndez Rubio publicado en la editorial canaria IDEA:
Para no ver el fondo o la necesidad de realidad
Después de su publicar su poesía reunida en Todo en el aire (Mérida 2007), el poeta y profesor de la Universidad de Valencia Antonio Méndez Rubio edita un nuevo libro: Para no ver el fondo, título que sugiere cierto desencanto de lo Real, momento irónico y refrescante de la negación del Absoluto, de su duda.
El poemario está dividido en cinco partes llamadas libros, cada uno con su personalidad pero todos derivados del mismo modo de contemplar (o de no hacerlo) la realidad. Es la palabra aquí la que se convierte en el sujeto puro de la crítica. No hay posibilidad de definición del mundo. La realidad es no-toda, como ya se postula desde el psicoanálisis lacaniano, y desde ese punto de vista sólo podemos realizar la denuncia de esa carencia. Según Zizek la conciencia puede haber surgido evolutivamente como mecanismo de denuncia, en el sentido de que aunque no es un dispositivo imprescindible para la supervivencia (1), nos sirve fundamentalmente para dar cuenta de un Error primordial. Y en esos términos funciona la poesía de Méndez Rubio. Una poesía de denuncia que no expone la denuncia de la realidad desde la realidad, sino una denuncia ontológica pero al mismo tiempo ética, de la imposibilidad de lo Real tal y como podría (o debería) acontecer. La secuencia de acontecimientos no sería en Méndez Rubio “La Realidad y el Deseo”, sino “El Deseo de la Realidad” La necesidad de un mundo mejor o más comprensible y en el fracaso de esa petición, el desapego entendido como ironía sin humor (es decir, melancolía) que casi roza el sarcasmo moral del sentimiento de modernité (rescatar lo eterno de lo transitorio) que propugnaba Baudelaire. El daguerrotipo de este cuadro interior, un poco también a la manera de Pascal, se plasma con el marchamo de la negación de trascendencia legada a partir de la muerte de Dios. La trascendencia en Méndez Rubio o es una trascendencia en un tiempo finito o no es. Leemos: Si todo fuera a ser / de pronto separación / habría todavía tiempo / mañana tarde y noche / más noche y madrugada.
En una entrevista, Darwix declaraba hace poco que: “La poesía tal vez es una ilusión, pero es esencial”. Según esta frase, a mi modo de ver bastante acertada, se puede entender la poesía (en esa dialéctica forma-fondo) de dos maneras: como ilusión de la esencialidad o como esencialidad de la ilusión. Y creo que es de esta última forma como Antonio Méndez Rubio aborda el hecho poético. Según Jiménez Heffernan, “Méndez Rubio es el fotógrafo desilusionado que mira y toca lo que no existe, lo que nunca ha existido.” En el poema número 11 de Zoom, el libro primero de este poemario leemos: ¿Quién hay en la extensión / desierta del sentido? / Otra perseverancia / otra más otro resto / de fuego.
El poeta se ve necesitado del sentido pero al no encontrarlo más que en el anhelo, en la ex-tensión de esa necesidad, se limita a resguardarlo, a observarlo desde lejos, como el pasajero que observa una línea de costa olvida por un instante si el barco se está acercando a ella o por el contrario la abandona.
Si bien la primera parte del libro, Zoom, nos sitúa en esa tesitura que no abandonará el fondo nebuloso del poemario, en la segunda, Aunque, el foco deriva hacia la interpretación del arte, en este caso el cine, y a la glosa de películas que, es de suponer, han impresionado al poeta. Un fotógrafo en el infierno, Las Hurdes: Tierra sin pan, Johnny cogió su fusil..., films, algunos de ellos considerados de Arte y Ensayo, que antes o después dejaron huella en el espectador Méndez Rubio, y que en su mera elección, nada casual, se refleja de nuevo la profundidad y la consistencia de sus consideraciones éticas.
En Contraventanas, la tercera parte, el primer poema comienza: La vigilia sin tierra... habría / mucho que decir. Sin palabras / quizá, pero habría que decirlo. En esta sección el poeta realiza un ligero escorzo hacia composiciones más dotadas, en apariencia, de sentido literal. Destacan por su abundancia ciertos versos-sentencia (“También el miedo tiene un límite”, “Se ve que a nadie le falta de nada.”, “Hay que elegir la piedra, el pan.”) de vertiente gnómica, poco habitual en Méndez Rubio y eso es tal vez porque hay en estos poemas un esfuerzo del poeta por clarificar, por hacer comprensible su indignación. Aunque eso se produzca sin abandonar la distancia, el dogmatismo intangible que caracteriza su propuesta.
La cuarta parte del libro se titula Maniobra. Aquí los poemas adoptan una formulación de prosa poética, de verso extendido. “En el filo otra vez del hoyo imposible, del agujero que existe, todavía se puede y se debe bailar.” Con esa disposición formal, Méndez Rubio adopta un punto de vista más concreto en el sentido de individualizado, dejando descansar, por así decirlo, a la primera persona colectiva, al coro. El compromiso se desarrolla (o se matiza ) en la argumentación o en la descripción, siempre sincopada, de diferentes situaciones y escenarios casi dramáticos. “Respiración de las hojas. Fuerza para seguir en la tarde inconforme.”
Por último, el quinto libro del poemario, Más, vuelve cíclicamente a las formas de la primera parte pero con el aviso que nos hace el primer poema de que “Existe de verdad así / testigos de la luz del fondo / no respirable ... / Ni a eso renunciarían.” La advertencia no es baladí porque viene a certificar casi una declaración de intenciones. No renunciar a la denuncia ontológica de la realidad, aún a costa de carecer en apariencia de motivos evidentes, visibles, aún a costa de resultar incomprendido. “Un tiempo de cuidar / el momento en la voz, sin más, sin estupor / es necesario.”
Para no ver el fondo lleva en su título su crítica y su razón de ser. Poesía necesaria en todos los sentidos.
(1) No sería demasiado difícil imaginar una raza de autómatas biológicos, perfectamente adaptados al medio, que ejecutaran, igual o mejor, las mismas funciones que los humanos, e incluso generaran una sociedad similar, sin necesidad alguna de conciencia. A pesar de lo que tiene de aparentemente descabellado la idea, recordemos que precisamente el éxito de una psicología tan profundamente alejada del psicoanálisis como es el Conductismo se fundamenta en esa premisa.
Después de su publicar su poesía reunida en Todo en el aire (Mérida 2007), el poeta y profesor de la Universidad de Valencia Antonio Méndez Rubio edita un nuevo libro: Para no ver el fondo, título que sugiere cierto desencanto de lo Real, momento irónico y refrescante de la negación del Absoluto, de su duda.
El poemario está dividido en cinco partes llamadas libros, cada uno con su personalidad pero todos derivados del mismo modo de contemplar (o de no hacerlo) la realidad. Es la palabra aquí la que se convierte en el sujeto puro de la crítica. No hay posibilidad de definición del mundo. La realidad es no-toda, como ya se postula desde el psicoanálisis lacaniano, y desde ese punto de vista sólo podemos realizar la denuncia de esa carencia. Según Zizek la conciencia puede haber surgido evolutivamente como mecanismo de denuncia, en el sentido de que aunque no es un dispositivo imprescindible para la supervivencia (1), nos sirve fundamentalmente para dar cuenta de un Error primordial. Y en esos términos funciona la poesía de Méndez Rubio. Una poesía de denuncia que no expone la denuncia de la realidad desde la realidad, sino una denuncia ontológica pero al mismo tiempo ética, de la imposibilidad de lo Real tal y como podría (o debería) acontecer. La secuencia de acontecimientos no sería en Méndez Rubio “La Realidad y el Deseo”, sino “El Deseo de la Realidad” La necesidad de un mundo mejor o más comprensible y en el fracaso de esa petición, el desapego entendido como ironía sin humor (es decir, melancolía) que casi roza el sarcasmo moral del sentimiento de modernité (rescatar lo eterno de lo transitorio) que propugnaba Baudelaire. El daguerrotipo de este cuadro interior, un poco también a la manera de Pascal, se plasma con el marchamo de la negación de trascendencia legada a partir de la muerte de Dios. La trascendencia en Méndez Rubio o es una trascendencia en un tiempo finito o no es. Leemos: Si todo fuera a ser / de pronto separación / habría todavía tiempo / mañana tarde y noche / más noche y madrugada.
En una entrevista, Darwix declaraba hace poco que: “La poesía tal vez es una ilusión, pero es esencial”. Según esta frase, a mi modo de ver bastante acertada, se puede entender la poesía (en esa dialéctica forma-fondo) de dos maneras: como ilusión de la esencialidad o como esencialidad de la ilusión. Y creo que es de esta última forma como Antonio Méndez Rubio aborda el hecho poético. Según Jiménez Heffernan, “Méndez Rubio es el fotógrafo desilusionado que mira y toca lo que no existe, lo que nunca ha existido.” En el poema número 11 de Zoom, el libro primero de este poemario leemos: ¿Quién hay en la extensión / desierta del sentido? / Otra perseverancia / otra más otro resto / de fuego.
El poeta se ve necesitado del sentido pero al no encontrarlo más que en el anhelo, en la ex-tensión de esa necesidad, se limita a resguardarlo, a observarlo desde lejos, como el pasajero que observa una línea de costa olvida por un instante si el barco se está acercando a ella o por el contrario la abandona.
Si bien la primera parte del libro, Zoom, nos sitúa en esa tesitura que no abandonará el fondo nebuloso del poemario, en la segunda, Aunque, el foco deriva hacia la interpretación del arte, en este caso el cine, y a la glosa de películas que, es de suponer, han impresionado al poeta. Un fotógrafo en el infierno, Las Hurdes: Tierra sin pan, Johnny cogió su fusil..., films, algunos de ellos considerados de Arte y Ensayo, que antes o después dejaron huella en el espectador Méndez Rubio, y que en su mera elección, nada casual, se refleja de nuevo la profundidad y la consistencia de sus consideraciones éticas.
En Contraventanas, la tercera parte, el primer poema comienza: La vigilia sin tierra... habría / mucho que decir. Sin palabras / quizá, pero habría que decirlo. En esta sección el poeta realiza un ligero escorzo hacia composiciones más dotadas, en apariencia, de sentido literal. Destacan por su abundancia ciertos versos-sentencia (“También el miedo tiene un límite”, “Se ve que a nadie le falta de nada.”, “Hay que elegir la piedra, el pan.”) de vertiente gnómica, poco habitual en Méndez Rubio y eso es tal vez porque hay en estos poemas un esfuerzo del poeta por clarificar, por hacer comprensible su indignación. Aunque eso se produzca sin abandonar la distancia, el dogmatismo intangible que caracteriza su propuesta.
La cuarta parte del libro se titula Maniobra. Aquí los poemas adoptan una formulación de prosa poética, de verso extendido. “En el filo otra vez del hoyo imposible, del agujero que existe, todavía se puede y se debe bailar.” Con esa disposición formal, Méndez Rubio adopta un punto de vista más concreto en el sentido de individualizado, dejando descansar, por así decirlo, a la primera persona colectiva, al coro. El compromiso se desarrolla (o se matiza ) en la argumentación o en la descripción, siempre sincopada, de diferentes situaciones y escenarios casi dramáticos. “Respiración de las hojas. Fuerza para seguir en la tarde inconforme.”
Por último, el quinto libro del poemario, Más, vuelve cíclicamente a las formas de la primera parte pero con el aviso que nos hace el primer poema de que “Existe de verdad así / testigos de la luz del fondo / no respirable ... / Ni a eso renunciarían.” La advertencia no es baladí porque viene a certificar casi una declaración de intenciones. No renunciar a la denuncia ontológica de la realidad, aún a costa de carecer en apariencia de motivos evidentes, visibles, aún a costa de resultar incomprendido. “Un tiempo de cuidar / el momento en la voz, sin más, sin estupor / es necesario.”
Para no ver el fondo lleva en su título su crítica y su razón de ser. Poesía necesaria en todos los sentidos.
(1) No sería demasiado difícil imaginar una raza de autómatas biológicos, perfectamente adaptados al medio, que ejecutaran, igual o mejor, las mismas funciones que los humanos, e incluso generaran una sociedad similar, sin necesidad alguna de conciencia. A pesar de lo que tiene de aparentemente descabellado la idea, recordemos que precisamente el éxito de una psicología tan profundamente alejada del psicoanálisis como es el Conductismo se fundamenta en esa premisa.
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