jueves, 12 de marzo de 2009

Saint-Exupery y Rippert

Hace un año justo que un anciano alemán de 82 años, ex piloto de la Luftwaffe, Horst Rippert, hizo una extraña y emocionante confesión: “Pueden dejar de buscar.” dijo “Fui yo quién derribó el avión de Antoine de Saint-Exupery.”

Entre las casualidades que se pueden dar en este extraño mundo, no es la menor de todas que un ex periodista de deportes alemán y piloto de guerra de la Luftwaffe en la Segunda Guerra mundial, matara a su “propio héroe” (como el mismo confesó) tras disparar a su avión sobre el azul del Mediterráneo el 31 de julio de 1944.

Hasta hoy, el cuerpo del autor de El Principito, Vuelo nocturno o Tierra de hombres no ha sido encontrado pero fue un aristócrata alemán, Lino Von Gartzen junto a Luc Vanrell (un buzo francés que localizó el avión en el 2000) el que dio con Rippert tras años de investigaciones.

St. Exupery, que tenía entonces 43 años de edad y tenía intenciones de dejar de volar, había partido de su base de la isla de Córcega para una misión de reconocimiento en su avión Lightning P-38.

Horst tenía 24 años, faltaban dos semanas para el desembarco aliado en la Provenza y se encontraba en el aeródromo francés de Milles con su escuadrilla de cazas JGR 200 en alerta. A mediodía recibió la orden de interceptar un avión enemigo que aparecía en los radares a gran altura, en las cercanías de Annecy. No lo localizó entre Milles y Hyeres pero cuando regresaba a la base volando sobre Toulon, distinguió al Lightning 3.000 metros más abajo.

Después de haberlo seguido, me dije: Si no huyes te disparo. Descendí y tiré, no sobre el fuselaje sino sobre las alas. Lo toqué. El zinc se rompió. Derecho al agua. Se incrustó en el mar. Nadie saltó. Al piloto no lo vi. Supe días después que era Saint-Exupery. Esperé y espero aún que no fuera él.

Al parecer la admiración explicaba sus 64 años de silencio. En nuestra juventud todos lo habíamos leído, adorábamos sus libros. El sabía describir admirablemente el cielo, los pensamientos y los sentimientos de los pilotos. Su obra produjo la vocación de volar en muchos de nosotros. Yo amaba el personaje. Si lo hubiera sabido jamás habría disparado. Nunca sobre él. ¿Usted imagina lo que hubiera sido mi carrera si yo hubiera dicho lo que hice durante la guerra?

La génesis de estas confesiones tampoco carece de interés. En 2000, el buzo Luc Vanbrell descubrió los supuestos restos del avión de St. Exupery en el Mediterráneo a 80 metros de profundidad. Al lado de la nave hundida se encontraba un motor V12 perteneciente a un caza Messerschmitt Bf 109. El motor fue enviado a Alemania para su identificación y fue Lino Van Gartzen, un aristócrata alemán y fundador de una asociación que buscaba aviones perdidos, quien se encargó de encontrarlo.

Después de varios meses de investigaciones, descubrió que el motor podría pertenecer al avión que pilotaba el príncipe Alexis Furst Von Bentheim, abatido por un caza norteamericano el 2 de diciembre de 1943.

En Baviera, Lino encontró a Christian, hermano menor del príncipe Alexis y perteneciente a una de las familias más respetadas de Baviera. El fue la llave para encontrar a los pilotos alemanes supervivientes de la escuadrilla JGR 200, a la que pertenecía Alexis. Cinco de ellos fueron identificados y contactados. Finalmente Horst Rippert, el piloto que faltaba, le llamó y le dijo: "No busque más. Soy yo quien abatió a Saint-Exupery”

Esta es una de esas historias que dan sentido al título de este blog. “Se mata lo que se ama” sentenció Oscar Wilde. La cuestión es saber hasta qué punto somos conscientes de ello.

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